D¿Qué es lo que hemos hecho mal? ¿Por qué estás palabras dichas en el año 2000 previo al gran derrumbe de nuestro país,tienen la misma vigencia hoy?.
La realidad social en
la que vivimos hoy y ahora, no hace más que ratificar los vaticinios hechos por
este indiscutido líder cooperativista bonaerense que creo no ha sido
correctamente interpretado.
Entiendo que vivimos una sociedad cada vez más
alejada del sentimiento y compromiso de solidaridad que impone el
cooperativismo.
Entiendo entonces, que
esto último es lo que nos aleja de las exitosas concreciones y una dirijencia
política que no ha sabido direccionar los esfuerzos.
Fuente: Jornada Provincial: “El Aporte de las Cooperativas
de Trabajo al Desarrollo Regional”
Fecha y Lugar: 07-11-2000 HCDPBA Y HCSPBA.
(Cita: Norma Bukmeier)
David Hirsch Diputado Provincial (mandato cumplido)
Ex-presidente de la Comisión de Políticas de Empleo y Ex-subsecretario de
relaciones económicas y sociales de la Honorable Cámara de Diputados de la
Provincia de Buenos Aires, autor y precursor de la Ley de creación del IPAC
(Instituto Provincial de Acción Cooperativa).
“Amigos cooperativistas: estamos redondeando un panel
vinculado a las iniciativas del Estado hacia el sector cooperativo,
particularmente hacia las cooperativas de trabajo.
Parto de la base de que estoy absolutamente convencido de la
necesidad de que el Estado participe con políticas activas en favor de todas
las formas asociativas capaces de generar trabajo y resolver los conflictos
sociales que hoy tenemos en el país.
Tan convencido estoy de esta necesidad de participación
activa, que siendo diputado de la Provincia de este mismo recinto, tuve la
suerte de ser autor y lograr la sanción del IPAC, hoy vigente en la Provincia,
y de haber logrado la incorporación con rango constitucional – por una
iniciativa que trasladamos a los constituyentes de 1994-, de la necesidad de
apoyo por parte del Estado a las distintas formas cooperativas.
Hoy abordamos la problemática desde un punto de vista del
empleo y del trabajo, quizás a mi juicio con alguna demora. En el país se
comienza a hablar con seriedad en estos últimos tiempos; tanto es así que hemos
asistido a distintos paneles que tienen que ver con el modo de resolver las
problemáticas del trabajo y empleo en la Argentina.
El fin de semana pasado, en colaboración con José Sancha,
coordinamos una reunión de cooperativas del sudoeste de la provincia, donde
tuve la satisfacción presentar un trabajo que he hecho, vinculado a la economía
social como motor del desarrollo.
Este libro, en su introducción trae a colación una
referencia de algo que me impactó fuertemente. En oportunidad de participar en
España del Congreso Internacional de Cooperativas de Trabajo. Un sociólogo
sueco que habló del tema del trabajo dijo: “En el futuro las fábricas tendrán
dos empleados: un hombre y un perro. El hombre se encargará de dar de comer al
perro, y el perro estará a cargo de que el hombre no toque ninguna de las
complejas computadoras ni robots que se ocupen de la producción.”
Por supuesto que lo que buscaba era impactarnos fuertemente
en atención a cómo se venía el tema del trabajo, en una época en que recién
entraba el neoliberalismo en el país, alrededor de 1990. Nos parecía que
estábamos lejanos a los problemas de las altas tasas de desocupación, cosa que
en otros países se avizoraba como una cuestión cierta.
Quisiera ahora hacer algunas reflexiones vinculadas a la
necesidad de que el Estado participe activamente en el fomento y apoyo al
sector cooperativo.
Para tener en claro cuál debe ser el rol del Estado, para
facilitar la adopción de mecanismos de funcionamiento de las cooperativas, no
podemos apartarnos del marco de más de una década de neoliberalismo que ha
atravesado el mundo, y por supuesto nuestro país.
Sin embargo aún con estas dificultades, el mundo entero
busca caminos, rumbos que le posibiliten recuperar niveles de dignidad, que en
muchos casos han caído a niveles alarmantes, a partir de la desaparición del
Estado Benefactor, como se marcó hoy en la apertura de este seminario.
Ante esta vertiginosa globalización del comercio y la
producción de bienes y servicios, y frente a la crisis del modelo de Estado
poderoso, ya agotado, aparece con fuerza la consideración de lo que se denomina
tercer sector o el sector de la economía social, partiendo del principio de que
no existen solamente la economía del Estado y la economía privada con fin de
lucro, sino que existe una creciente franja de la economía –Aquí y en el mundo-
que se mueve en la esfera privada, que no persigue fin de lucro con criterio
capitalista, y que en su funcionamiento contiene elementos tan importantes como
la democracia y la solidaridad en la toma de decisiones.
La especial dificultad que afronta nuestro país desde que se
instalaron las políticas neoliberales, es que por la ausencia del Estado, éste
no fue reemplazado por sistema alguno que ponga freno al creciente modelo de
exclusión social, donde ya no solo es difícil el acceso al trabajo sino a
derechos elementales como la vivienda, salud, educación, seguridad y servicios
públicos.
Todos estos cambios, se van produciendo a una velocidad
creciente que hace que siempre estemos corriendo detrás de las soluciones a
problemas.
Hace pocos días, hablando de la velocidad en que se desarrollan
los conflictos y que parece que siempre los vamos persiguiendo, un
cooperativista, a título de anécdota, contaba que había ido a comprar una
computadora y le dijo al vendedor que estaba buscando la más nueva y moderna
que existiera.
El hombre le contesto que lamentaba no poder satisfacer su
requerimiento porque aún estaban fabricando la máquina. Esto quiere decir que,
permanentemente estamos utilizando tecnología obsoleta.
En los años 70 se comenzó a debatir en los países
desarrollados la cuestión del impacto en las nuevas tecnologías sobre la
organización del trabajo con la desaparición de la figura del empleo estable
por tiempo indeterminado. A ello, debe agregarse otro aspecto negativo de la
globalización que ha sido la indiscriminada apertura de las fronteras y el
ingreso irrestricto de manufacturas que en otros países producen, por monedas,
a costa de aberrantes condiciones sociales y humanas de sus trabajadores.
Con la adquisición de estos productos no solamente se ha
favorecido la destrucción de nuestras propias fuentes de trabajo sino que se
condena a quienes producen, en estas condiciones, a seguir haciéndolo.
¿Por qué abordamos estas ideas al hablar del rol del Estado?
Porque no alcanza que haya crecimiento económico si el Estado no fija reglas
claras para que este crecimiento sea equitativo. De hecho, en el Mundo y por
supuesto en nuestro país, la economía creció durante la década del 90 en forma
muy importante. Como recordarán, en la Argentina hubo años de crecimiento
económico que rondaba el 8% anual.
Sin embargo, este crecimiento fue acompañado por la
triplicación de los índices de desocupación. En consecuencia, es fácil deducir
a donde fue a para el producto de este crecimiento. Se concentró, en forma casi
obscena, en pocas manos por el desentendimiento de un Estado que comprendió que
las reglas del mercado eran suficientes para regular la vida económica y
social.
En esos años, la CEPAL elaboró un informe sobre la situación
de los países de la región durante el quinquenio 1995-2000 y decía, entonces,
que la Argentina empeoró la distribución del ingreso, creció la precariedad y
la inseguridad laboral, subió el trabajo en negro, se ampliaron los sectores
informales y se incrementó la pobreza, especialmente en los sectores urbanos y
suburbanos.
A continuación, añade que esta situación de empobrecimiento
y desocupación no ha sido un fenómeno aislado ya que el proceso económico de
concentración ha ido acompañado por dos cuestiones actuales como son la caída
de la calidad educativa y una fuerte presencia de corrupción e impunidad del
ámbito público y privado. Sobre estos temas, el Estado tiene responsabilidades
directas.
Cuando hablo de las responsabilidades del Estado quiero
dejar absolutamente aclarado que al ratificar estas ideas no estoy hablando de
dar vuelta el reloj de la historia y de hablar del viejo estado empresario,
presente en todas las actividades, pero lo que si sostengo es que una situación
de emergencia como la que está viviendo gran parte de la sociedad, el Estado
debe producir medidas de ayuda directa y éstas deben ser concebidas como una
cuestión temporaria para los desempleados.
Si por el contrario, a los desempleados se los asiste
permanentemente como carenciados, ya se les asigna de antemano otro lugar en
estructura social y se los coloca en una situación de extrema vulnerabilidad,
su sobrevida no depende ni del salario ni del seguro de desempleo sino de un
programa de asistencia que da lugar a un manejo discrecional y a relaciones de
clientelismo.
De manera tal que, ratifico mi convicción de que el estado
no puede desentenderse de la fijación de políticas activas que ayuden y
favorezcan el crecimiento de instituciones que, como las cooperativas de
trabajo, que como las cooperativas de trabajo no solamente resuelven el
problema social de la desocupación sino que además lo hacen devolviendo a la
mujer y al hombre la dignidad que le corresponde a su dimensión humana.
En 1999 tuve la oportunidad de asistir a en Canadá a la
apertura de las deliberaciones de la Alianza Cooperativa Internacional, tema
que traigo a colación porque nos recibió el viceprimer ministro Lucien Buchard,
quien pronunció palabras que sería propicio encontrar en boca de nuestros
gobernantes más seguido.
Dijo así: “La fuerte presencia de la globalización nos
demanda un esfuerzo adicional. El modelo cooperativo es una importante
herramienta para enfrentar el creciente poder de las multinacionales, que en
muchos casos exceden al propio poder del Estado y los gobiernos,
transformándose en una amenaza para la vida en democracia”.
“Si no aparece una respuesta que aliente a los millones de
excluidos para que vivan mejor, estos buscarán una salida con desesperación y
violencia. Por eso creo que las cooperativas resultan hoy indispensables en la
búsqueda del equilibrio social entre el modelo capitalista neoliberal y la
economía al servicio de la gente”
En ello decía Buchard, “el cooperativismo es nuestro aliado,
tanto de los gobiernos como de la vida en democracia”.
En tanto en la Argentina no se trata ya del retiro del
Estado como agente social, distributivo y desarrollista, sino que además por
vía de privatizaciones el Estado inclusive desertó de algunos roles que le eran
indelegables.
En este sentido, la privatización o tercerización de los
servicios deben representar un reto para el cooperativismo y el asociativismo
en general a futuro. Para ello es cierto que se deben modificar reglas, conductas
y algunos comportamientos, pero también es necesario ser realista y sostener
que a esos cambios el cooperativismo los debe acompañar con una dosis de
modernización y de adaptación de muchos de sus dirigentes para las épocas que
vivimos, para que sin perder la esencia cooperativa, podamos avanzar en adecuar
las estructuras que permitan a las entidades resultar competitivas en estos
tiempos.
El viernes pasado armamos en la ciudad de Pigüe una reunión
de cooperativas del sur de la Provincia que funcionó en el marco del corredor
productivo del sudoeste bonaerense. En esta reunión, a mi juicio, se abordaron
interesantes temas como el concepto de región y la idea de que es importante el
funcionamiento de las economías regionalmente para potenciarse y crecer.
Además es importante que el concepto de región le tenga
asignado al asociativismo y al cooperativismo un lugar prioritario,
conjuntamente con la aparición de políticas activas desde el estado municipal,
provincial y nacional para el desarrollo que involucra a todos los actores.
En consecuencia, ratifico la convicción que el Estado debe
contar con políticas activas de ayuda al sector cooperativo y particularmente
de aliento a la creación de cooperativas de
trabajo como generadoras de salidas laborales.
Creo en la necesidad de contar con un programa estratégico
que oriente los escasos recursos existentes, para contribuir a través de las
cooperativas a bajar los índices de pobreza y desempleo.
Este programa no sólo deberá contar con recursos sino
también contemplar la capacitación previa de los grupos pre cooperativos para
asegurarles posibilidades de éxito.
Creo que la existencia de los corredores productivos son un
campo fértil para promover y ayudar la generación de cooperativas de trabajo.
Finalmente creo que el Estado debe readaptarse a esta nueva época y desde una
concepción democrática, utilizar todos los medios disponibles para resolver los
conflictos sociales. Y entre estos medios disponibles, no es menor el aporte
que pueda hacerle al país la generación de las cooperativas de trabajo.
En el libro “Economía Social como motor de desarrollo” –que
recién comenté- concluyo diciendo que quienes apostamos al sector solidario de
la economía, somos portadores –si se quiere- de una cuota de utopía y de
romanticismo, pero no por ello desconocemos que para llevar adelante estas
empresas hace falta, además de voluntarismo e ideas, una clara concepción de la
realidad y un claro entendimiento de lo que sucede hoy en este mundo tan
cambiante.
Creo que esta actividad que estamos desarrollando hoy en la
Cámara de Diputados, está –en el buen sentido- avanzando en discutir,
clarificar y fijar posiciones que nos permitan ir poniendo cada día un aporte
más en la búsqueda de una sociedad más justa, más ética y más humana.
Muchas Gracias”